"BARNABITAS ESPAÑA"


CRISTO CRUCIFICADO

 

PARROQUIA SAN JUAN BAUTISTA

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Parroquia San Juan Bautista

CRISTO CRUCIFICADO

Domingo de Ramos, 21 de Marzo de 1948

 A las doce y media, frente al templo en construcción, el Ayuntamiento de nuestro pueblo entregó una magnífica imagen del Santo Cristo, obra de don Francisco Carulla, siendo llevada en procesión hasta la iglesia provisional, donde se Bendijo. 

Los niños llevaban palmas, palmones y flores. 

"... del Resúmen Histórico"

 

Cristo crucificado y resucitado es el

abogado de toda la humanidad ante el Padre

 

Homilía de S.S. Juan Pablo II en el III Domingo de Pascua.

13 de abril de 1997  

Parte de ella

«Tenemos a un abogado ante el Padre: a Jesucristo, el justo» (1 Jn 2, 1).

1. Tenemos a un abogado que habla en nuestro nombre. ¿Quién es este abogado que se hace nuestro portavoz? La liturgia de hoy nos da una respuesta completa: «Tenemos a un abogado ante el Padre: a Jesucristo, el justo» (1 Jn 2, 1).

Leemos en los Hechos de los Apóstoles: «El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su siervo Jesús» (Hch 3, 13). A él sus compatriotas lo traicionaron y renegaron, incluso cuando Pilato quería ponerlo en libertad. Pidieron que fuera indultado en su lugar un asesino, Barrabás. De ese modo, condenaron a la muerte al autor de la vida (cf. Hch 3, 13-15).

Pero «Dios lo resucitó de entre los muertos» (Hch 3, 15). Así habla Pedro, que fue testigo directo de la pasión muerte y resurrección de Cristo. Como tal, fue enviado a los hijos de Israel y a todas las naciones del mundo. Sin embargo, al dirigirse a sus compatriotas, no sólo los acusa; también los excusa: «Hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo» (Hch 3, 17).

Pedro es testigo consciente de la verdad sobre el Mesías que, en la cruz, cumplió las antiguas profecías: Jesucristo se ha convertido en abogado ante el Padre, el abogado del pueblo elegido y de toda la humanidad.

San Juan añade: «Tenemos a un abogado ante el Padre: a Jesucristo, el justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero» (1 Jn 2, 1-2). El Sucesor de Pedro, que por fin ha llegado a vuestra tierra, ha venido a repetiros esta verdad. Pueblo de Sarajevo y de toda Bosnia-Herzegovina, hoy vengo a decirte: ¡Tienes a un abogado ante Dios. Su nombre es Jesucristo, el justo!

2. Pedro y Juan, así como también los demás Apóstoles, se convirtieron en testigos de esta verdad, pues vieron con sus ojos a Cristo crucificado y resucitado. Se había presentado en medio de ellos en el cenáculo, mostrando las heridas de la pasión; les había permitido tocarlo, para que pudieran convencerse personalmente de que era el mismo Jesús que habían conocido antes como «el Maestro». Y para confirmar totalmente la verdad sobre su resurrección, aceptó el alimento que le habían ofrecido, comiéndolo con ellos como lo había hecho muchas veces antes de morir.

Jesús conservó su identidad a pesar de la extraordinaria transformación que se había producido en él después de su resurrección. Y todavía la conserva. Él es el mismo hoy, como ayer, y seguirá siéndolo por los siglos (cf. Hb 13, 8). Como tal, como verdadero hombre, es el abogado de todos los hombres ante el Padre. Más aún, es el abogado de toda la creación redimida por él y en él.

Se presenta ante el Padre como el testigo más experto y más competente de cuanto, mediante la cruz y la resurrección, se ha realizado en la historia de la humanidad y del mundo. Habla con el lenguaje de la redención, es decir, de la liberación de la esclavitud del pecado. Jesús se dirige al Padre como Hijo consustancial y al mismo tiempo, como verdadero hombre, hablando el lenguaje de todas las generaciones humanas y de toda la historia humana: de las victorias y las derrotas, de todos los sufrimientos y todos los dolores de cada hombre y, a la vez, de cada pueblo y cada nación de la tierra entera.

Cristo habla con vuestro lenguaje, queridos hermanos y hermanas de Bosnia-Herzegovina, probada durante tanto tiempo y tan dolorosamente. Él dijo: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá», pero añadió: «resucitará de entre los muertos al tercer día (...). Vosotros sois testigos de esto» (Lc 24, 48-49). ¡Animo, habitantes de esta tierra tan probada!






                   
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